Del treinta y tres en medicina
DOI:
https://doi.org/10.22529/me.2024.9(1)09Resumen
Si una patología asienta en la intimidad del pulmón los médicos, para localizar y descifrar el problema, nos valemos de varios recursos que pertenecen a la semiología clínica habitual. Entre ellos quizás el más valioso de todos, la auscultación, se vio muy beneficiada cuando en el año mil ochocientos dieciséis, René Laënnec, inventó el estetoscopio. Tal dispositivo permitió analizar con mayor fluidez y sin pudor toda la superficie del tórax del enfermo e hizo posible detectar aún en zonas difíciles de explorar, como lo es la axila, la presencia de ruidos adventicios proveniente de la noxa subyacente.
Apuntalando al estetoscopio, para lograr mayor definición del problema, apelamos a vocablos que el paciente expresa tanto en voz alta como también cuchicheada. De lo usados, el que más me impacta y seduce es la expresión treinta y tres. Escuchar este sonido a largo del laberinto broncopulmonar posee una determinada cualidad auditiva que, cuando atraviesa el foco donde reside el problema se modifica y a veces de tal manera que permite discernir, con ribetes de arte y ciencia, el diagnóstico en cuestión. Todo este discurrir sonoro siempre me ha generado una emoción de inigualable densidad.
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