Introducción
Las enfermedades emergentes y reemergentes
son una amenaza creciente para la salud global
1,2
.
Los cambios en el uso de la tierra y el agua, el
comercio de fauna silvestre, las producciones
intensivas y el cambio climático desempeñan un
papel fundamental como impulsores de la
transmisión de patógenos al verse incrementadas
las tasas de contacto entre especies silvestres,
domésticas y humanos
3,4
. La urbanización y la
globalización, por su parte, han exacerbado los
alcances de los brotes, facilitando la propagación
de enfermedades infecciosas a través de redes
comerciales y de movilidad humana
4
. Epidemias
históricas como la peste negra y pandemias
recientes como la COVID-19 demuestran la
necesidad de una vigilancia integrada y
multisectorial. En este contexto, el enfoque "Una
Salud", que aboga por la integración de la salud
humana, animal y ambiental, es esencial para la
prevención y control de enfermedades
emergentes
5
. Este trabajo tiene como objetivo
analizar algunos de los brotes de enfermedades
infecciosas emergentes de origen zoonótico más
significativos hasta la actualidad, con énfasis en
los mecanismos de transmisión zoonótica.
Materiales y métodos
El presente estudio analiza algunos eventos
históricos relevantes a través de un enfoque
descriptivo no exhaustivo, basado en fuentes
científicas, datos epidemiológicos y literatura
especializada.
Resultados y discusión
La descripción de los brotes de enfermedades
infecciosas emergentes y reemergentes a través
de la historia pone en evidencia la relación
intrínseca entre los ambientes y los animales
domésticos, silvestres y humanos, ya sea como
vectores, hospedadores o reservorios.
La peste negra, causada por la bacteria Yersinia
pestis, es uno de los ejemplos más
representativos de una enfermedad zoonótica
transmitida por vectores. Las pulgas infectadas
que parasitaban ratas (Rattus rattus) fueron los
principales responsables de la transmisión a los
humanos. Históricamente, se han documentado
tres grandes epidemias de peste. La primera,
conocida como la Plaga de Justiniano, devastó el
Mediterráneo desde el año 541 hasta 750/767
d.C., alcanzando Alemania e Inglaterra. La
segunda se extendió desde 1346 hasta el siglo
XVIII, incluyó la Peste Negra (1346-1353), y
causó la muerte de un tercio de la población
europea. La tercera epidemia comenzó en China
en 1772, y se expandió a nivel mundial a finales
del siglo XIX, facilitada por el transporte en
barcos de vapor y trenes. Su propagación fue
facilitada por las rutas comerciales, que
conectaban regiones, lo que permitió el
movimiento de roedores infectados. El cambio
en las condiciones climáticas y la alteración de
hábitats también contribuyeron al aumento de las
poblaciones de roedores portadores de la
bacteria. Aunque las medidas de diagnóstico,
tratamiento específico y control de los
ectoparásitos han reducido significativamente la
mortalidad actual, la enfermedad persiste en
focos estables en América, África y Eurasia
5,6
.
Las pandemias de gripe a lo largo del siglo XX,
en particular la gripe española de 1918, están
claramente relacionadas con reservorios
animales. La gripe española fue provocada por el
virus de la influenza A subtipo H1N1 y se estima
que causó la muerte de 50 millones de personas.
Un ejemplo más reciente de la importancia de las
zoonosis en la evolución de los virus de influenza
fue el brote de gripe porcina (H1N1) en 2009,
una combinación zoonótica de un virus aviar,
porcino y humano que provocó cerca de 575,000
muertes en todo el mundo. Estos eventos
destacan la vulnerabilidad de los sistemas
ganaderos industriales, que propician la
recombinación y adaptación de nuevos
patógenos. Desde 2020, la variante del virus de
influenza aviar A (H5N1) ha causado numerosas
muertes en aves silvestres y aves de corral en
África, Asia y Europa, extendiéndose en 2021 a
América del Norte y, en 2022, a América Central
y del Sur. En 2023, varios países de las Américas
reportaron brotes, principalmente a lo largo de la
ruta migratoria del Pacífico. Además, este virus
ha afectado a mamíferos terrestres y acuáticos
7
con alta morbilidad y mortalidad. Desde 2003, se
reportaron 462 muertes humanas a la OMS. La
detección temprana y la respuesta rápida son
clave para prevenir la expansión de la influenza
aviar y evitar que el virus se adapte para una
transmisión más eficiente entre humanos
8
.El
virus del Ébola es un ejemplo paradigmático de
enfermedad zoonótica surgida a través de la
interacción entre humanos y animales silvestres.
Los murciélagos frugívoros de la familia
Pteropodidae se consideran el reservorio natural
del virus, y la transmisión a humanos ocurre
principalmente a través del contacto con fluidos
corporales de animales infectados o la
manipulación de carne de animales infectados
cazados. Desde su descubrimiento en 1976,
durante brotes simultáneos en Sudán y la
República Democrática del Congo, el Ébola ha