Introducción
La piroplasmosis canina es una hemoparasitosis
de distribución mundial, transmitida por
garrapatas y producida por especies
pertenecientes tradicionalmente a dos géneros:
Babesia y Theileria.
Babesia vogeli es el piroplasma de mayor
distribución mundial en regiones tropicales,
subtropicales y latitudes más templadas, debido
principalmente a la naturaleza cosmopolita de su
hospedador definitivo o vector, la garrapata
Rhipicephalus sanguineus (garrapata marrón del
perro)
1,2,3
.
En Argentina se ha reportado una prevalencia de
0,2% en el área metropolitana de Buenos Aires
4
y también es la especie descripta en Córdoba
5
,
Entre Ríos y Tucumán
6
.
Las coinfecciones con otros patógenos
transmitidos por vectores (Ehrlichia canis,
Hepatozoon canis, Anaplasma platys,
Leishmania sp., Dirofilaria immitis) pueden
agravar la enfermedad alterando el cuadro clínico
con fiebre, palidez de las mucosas,
esplenomegalia, debilidad e ictericia con
hemólisis intra y extravascular, inflamación
sistémica, trombocitopenia y bilirrubinuria.
Algunos casos pueden resultar letales
7,8
.
El diagnóstico de piroplasmosis canina mediante
microscopía es simple y accesible, aunque su
sensibilidad es variable por ser operador
dependiente y la posible aparición de falsos
negativos en casos crónicos.
Los objetivos de este trabajo son: a) determinar
la presencia de piroplasmas en frotis sanguíneos
de perros con garrapatas procedentes de la ciudad
de Córdoba; b) identificar las garrapatas
presentes en los casos positivos y c) establecer la
presencia de coinfecciones con otros
hemopatógenos transmitidos por garrapatas.
Materiales y métodos
Los caninos incluidos (n 407) fueron aquellos
con presencia de garrapatas que asistieron a la
consulta en 2 clínicas veterinarias de la Ciudad
de Córdoba entre agosto de 2020 a febrero de
2022 (-31.34327424862792, -
64.2467251610644 y -31.45176922337832, -
64.21227367455502).
Se tomaron muestras de sangre capilar para la
confección de los frotis y se tiñeron con May
Grünwald-Giemsa para la posterior visualización
en microscopio óptico a 1000x en el Laboratorio
de la Clínica Veterinaria “El Rastrojo”. La
presencia de merozoítos se evaluó en
aproximadamente 100 campos microscópicos,
observándose únicos o múltiples, libres o
intraeritrocitarios y de forma piriforme o
redondeada, hallazgo que confirmó la infección
por alguna de las especies de piroplasmas. Se
realizó la medición de las formas
intraeritrocitarios con regla micrométrica a fin de
diferenciar entre piroplasmas grandes y
pequeños, según tuvieran respectivamente un
tamaño mayor o menor a 2,5 µ
4
.
Las garrapatas obtenidas se conservaron en
alcohol 70% y se identificaron mediante
observación con lupa estereoscópica
9
en el
Laboratorio de Parasitología, Hospital
Veterinario, Universidad Católica de Córdoba.
Resultados y discusión
De 407 caninos muestreados, 382 (93,9%)
resultaron infestados con R. sanguineus; 21
(5,1%) con Amblyomma tigrinum y 4 (0,98%)
con ambos géneros de garrapatas.
Se determinó la presencia de piroplasmas en 15
muestras de sangre (3,7%) de los caninos
estudiados. Los 15 casos presentaban
infestaciones con garrapatas de la especie R.
sanguineus.
De los 15 caninos positivos a piroplasmas
determinados por observación microscópica de
frotis de sangre periférica, 10 (66%) presentaron
coinfecciones con otros hemopatogenos. En el
60% se encontraron mórulas compatibles con E.
canis. En el 20% se observaron gamontes de
Hepatozoon sp. En el 20% restante se observaron
inclusiones intraplaquetarias coincidentes con A.
platys.
Conclusión
La piroplasmosis canina es una enfermedad
presente en la ciudad de Córdoba asociada a la
elevada prevalencia de la garrapata R.
sanguineus, siendo este vector común para la
transmisión de otros hemopatogenos. Resta la
realización de estudios moleculares para la
caracterización molecular de los piroplasmas
presentes en el área de estudio.
Resulta importante la realización de
investigaciones adicionales para evaluar la
capacidad vectorial de A. tigrinum para H. canis
en la región.
La observación de garrapatas en caninos que
acuden a la consulta debería alertar al médico
veterinario sobre la presencia de estos agentes