La publicación científica es el objetivo final que tiene toda persona de ciencia para dar a conocer
sus investigaciones y exponerla a consideración de sus pares
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. En ese proceso, uno de los pasos
necesarios es la correcta elección de la revista donde se enviará el manuscrito.
Desde los finales del siglo pasado y con los avances de la Internet, comenzaron a aparecer
publicaciones abiertas (conocidas como open journals por su equivalente en inglés) que implican un
costo para quien desea publicar y la gratuidad para el lector, lo que contribuyó a la noble intención de
difusión y democratización del conocimiento.
Quien alguna vez publicó algún artículo de ciencia habrá notado que a través de su correo
electrónico le han llegado (y le llegan cada vez más) solicitudes de revistas ignotas que, alabando su
quehacer científico, solicitan el envío de manuscritos con la promesa de su rápida publicación, generando
una suerte de “phishing” (equivalente al término español “pescar”) con intenciones fraudulentas. El
investigador distraído, con el objetivo de lograr el mayor número de publicaciones posibles, tiene el
riesgo de “caer en la tentación”, alimentado por una exaltación de su ego al ser “convocado” para dar a
conocer sus experiencias.
Ese modo de generar falsas expectativas de publicaciones es propio de lo que se conocen como
revistas depredadoras
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. Son pseudo-revistas que publican artículos de investigación sin aplicar los
estándares de calidad propios de las prestigiosas revistas académicas, sin llevar a cabo procesos de
evaluación externa indispensables y cuya única finalidad es el lucro económico. El término predatory
journals fue generado por Jeffrey Beall, un bibliotecario y académico de la Universidad de Colorado,
quien publicó inicialmente en su blog y luego en la revista Nature en 2012
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, una lista de las editoriales y
revistas que desarrollaban esta práctica, al recibir frecuentes invitaciones para publicar en ellas.
Los investigadores deben tener la información y las habilidades necesarias para identificar y
evitar estas revistas, que, en definitiva, contribuyen a su descrédito científico. La mayoría de las veces