planificación de las clases y las notas para
lecciones magistrales son menos importantes que
la forma en que los profesores comprenden la
asignatura y valoran el aprendizaje humano. Los
mejores profesores conocen sus materias a fondo -
pero también saben cómo atraer y desafiar a los
estudiantes y provocar en ellos respuestas
apasionadas, y sobre todo, creen firmemente dos
cosas: que la enseñanza importa y que los
estudiantes pueden aprender. Buenos docentes son
aquellos que ayudan y animan a los estudiantes a
aprender y ejercen una influencia perdurable sobre
la manera de pensar, actuar y sentir
1
.
Para el análisis de estos conceptos y el impacto de
la visión Ignaciana y católica en la práctica docente
de la educación superior, se trabajaron con los
siguientes documentos: a) El Paradigma Ledesma
– Kolvenbach, el cual orienta la identidad y misión
de las universidades jesuíticas de todo el mundo.
El paradigma distingue cuatro dimensiones
interrelacionadas: la humanitas, la iustitia, la fides
y la utilitas
2
las que dan profundo sentido al hacer
del docente universitario; la Carta Apostólica
sobre Universidades Católicas de SS Juan Pablo II,
donde el Santo Padre señala, que la Universidad
Católica se inserta en el curso de la tradición que
remonta al origen mismo de la Universidad como
institución. Por su vocación la Universitas
magistrorum et scholarium se consagra a la
investigación, a la enseñanza y a la formación de
los estudiantes, libremente reunidos con sus
maestros animados todos por el mismo amor del
saber
3
; y la Pedagogía Ignaciana, tomada de la
experiencia de los ejercicios espirituales de San
Ignacio y aplicada al hacer en el binomio Profesor
– Estudiante como una realidad pedagógica única
e irrepetible
4,5
.
El objetivo de este trabajo, es analizar a partir de la
documentación incluida, la impronta de la Visión
Ignaciana y católica en la actividad docente.
El Paradigma Ledesma – Kolvenbach.
Identidad y Misión para las universidades
jesuitas
Se puede afirmar que el buen docente, es aquel que
trasciende al conocimiento en sí mismo. Le
permite al alumno enriquecer su aprendizaje
transformando a este en “utilites”- “iustitia”-
“humanitas”- “fides” (la utilidad – la justicia – la
humanidad y la fe)
2
.
Este paradigma, de la Compañía de Jesús, permite
inspirar no sólo la gestión educativa, sino también
la acción docente, que impactará en la actitud
sobre la investigación y en el compromiso social
del accionar de los futuros profesionales.
Formar personas “útiles”, es quizás formar
servidores. No formar a los mejores del mundo,
sino formar a los mejores para el mundo, donde la
excelencia de un profesional se mide, ante todo,
con el parámetro del mayor servicio a la familia
humana
6
.
Un centro universitario, debe promover la justicia
en todas sus actividades, y se ha revelado siempre,
como un centro incomparable de creatividad y de
irradiación del saber para el bien de la humanidad
3
.
Los estudiantes no sólo necesitan sensibilización,
sino también rigor académico, para enfocar
correctamente las cuestiones sociales a lo largo de
su futura vida profesional.
La “humanitas” debe ser considerada, como aquel
atributo que “da decoro, esplendor y perfección a
nuestra naturaleza racional”, en efecto, el espíritu
humanista, genera personas conscientes,
competentes, compasivas y comprometidas.
Hablar de la “fides”, de la fe, aún con aquel que no
tiene fe, tiene como objeto enriquecer la dimensión
humana para favorecer el sentido del saber
6
.
Comunidad de maestros y estudiantes
Por su vocación la Universidad Católica comparte
con todas las demás Universidades aquel gaudium
de veritate, esto es, el gozo de buscar la verdad, de
descubrirla y de comunicarla en todos los campos
del conocimiento
3
.
En este contexto de realismo universitario, los
estudiantes consideran un buen docente, a aquellos
que crean un determinado ambiente para el
aprendizaje, priorizando el quien aprende, como
aprende y para que aprende, sobre su experticia
7
.
El perfeccionamiento pedagógico y metodológico,
son herramientas esenciales para transformar la
docencia, en una práctica que favorece el
desarrollo personal y profesional de sus
estudiantes
8
.
La pedagogía Ignaciana, (Figura 1) propone tres
dimensiones íntimamente vinculadas, que surgen
de la experiencia espiritual de San Ignacio de
Loyola, la que puede trasladarse a la vivencia en el
binomio docente – estudiante, ellos son:
EXPERIENCIA: fundamentada en la historia
vivida, que al entender de Ignacio de Loyola, es el
“Sentir y gustar de las cosas internamente”;
REFLEXION se fundamenta en el discernimiento,
entendiendo a este como la “reconsideración seria
y ponderada”; y ACCIÓN es para el Santo, el
compromiso, basado en el principio que lo más
importante y decisivo del amor, no es lo que uno
dice sino lo que uno hace.